Uruguay es la Suiza de África por Juan Dubra e Ignacio Munyo



Nosotros no vivimos en la época de las vacas gordas. A diferencia de nuestros padres, no nacimos cuando Uruguay era tan rico como Bélgica, o cuando se nos conocía como la Suiza de América. De hecho recientemente la banda "Trotsky Vengarán" nos bautizó "la Suiza de África".
¿QUÉ PASÓ CON EL INGRESO? Escuchamos a menudo que Uruguay se estancó, o se quedó atrás, o se "perdió el tren del desarrollo". Cuando la gente dice eso, compara las tasas de crecimiento del ingreso per cápita (o producto bruto per cápita) ajustado de tal manera de tener en cuenta, por ejemplo, que un dólar en Uruguay compra más cosas que un dólar en Londres. Así, se ajusta el PIB per cápita por "Paridad de Poderes de Compra", el Índice Big Mac, o por términos de intercambio. Y, en efecto, desde 1960 el producto per cápita ajustado por términos de intercambio en América del Norte creció a un 2,5% acumulativo anual, Asia Oriental y la región del Pacífico, lo hicieron a un aplastante 3,7%, mientras que Uruguay sólo creció a un 1,3% acumulativo anual. El área del euro, a donde "pertenecíamos" cuando éramos la Suiza de América, creció a un 2,9% anual. Por supuesto, también creció mucho más que nosotros la región de América Latina y el Caribe, a un 1,8% acumulativo anual. Eso quiere decir que entre 1960 y el 2000, su PIB per cápita creció 40% más que el nuestro. En esas comparaciones no incluimos sólo las regiones que hoy son desarrolladas, ni aún aquellas que crecieron más. Básicamente, todo el mundo, salvo el África Sub-Sahariana creció más que nosotros. Por supuesto, da hasta vergüenza ver que Singapur comenzó con un producto per cápita tres veces más pequeño que el de Uruguay, y que hoy son tres veces más ricos que nosotros. Entonces resulta que sí, nos perdimos el tren del desarrollo. No sólo eso, sino que somos la excepción a la regla, establecida por los economistas que estudian el crecimiento económico, que dice que los países que eran más ricos, fueron los que más crecieron.
EL VALOR DE LA VIDA. Increíblemente, la historia es más triste aún. El PIB per cápita se usa, en esta y otras comparaciones, como medida del bienestar de la gente. Sin embargo, el bienestar depende no sólo de la calidad sino también de la "cantidad" de vida y por eso algunos economistas han incorporado a la medida de bienestar la longevidad de las sociedades. Estas ideas han sido utilizadas para "valuar" los progresos en la medicina: el valor del progreso médico sería al menos tan grande como el incremento en la longevidad, multiplicado por el valor económico de cada año adicional de vida de la población. Por supuesto, la medicina también nos ayuda a tener una mejor vida, y no sólo una vida más larga; pero valuar la medicina sería el tema para otra columna entera. El punto clave es que las comparaciones en las "tasas de crecimiento de bienestar" deberían incluir el valor del incremento en la longevidad.
Incorporar la longevidad en el cálculo del bienestar empeora aún más el desempeño relativo de Uruguay. Como los uruguayos eran bastante longevos en el sesenta, y eso mejoró pero no mucho, mientras que el resto del mundo mejoró mucho en esa dimensión, la performance relativa de Uruguay empeora cuando se considera el bienestar corregido por la longevidad. Antes de pasar a los datos, y los cálculos del caso, el resumen es que muchos países de ingreso medio (como los de Latinoamérica, que eran más pobres que Uruguay) y también todos los países ricos aumentaron su longevidad más que Uruguay. Este hecho afecta significativamente el desempeño relativo de Uruguay.
Entre 1960 y el 2000 Uruguay aumentó su esperanza de vida al nacer de 68 a 75 años (siete años), mientras que Argentina la incrementó en nueve, Chile en veinte, Latinoamérica en catorce, el área euro en nueve y América del Norte en siete. La tabla también muestra al África Sub-Sahariana, cuya esperanza de vida al nacer pasó de 41 a sólo 46 años en el período. Por supuesto, Uruguay está muy bien si se compara con África Sub-Sahariana, pero es la región a la que le ha ido peor en el mundo: el SIDA ha jugado un papel preponderante en este sentido. La esperanza de vida al nacer antes de la aparición del SIDA era bastante mayor de lo que es hoy, a pesar de los incrementos leves en el ingreso per cápita desde entonces.
Un trabajo reciente de Gary Becker (premio Nobel de economía en 1992), Tomas Philipson y Rodrigo Soares (The Quantity and Quality of Life and the Evolution of World Inequality, publicado en el American Economic Review en el 2005) muestra que si un país tenía una esperanza de vida diez años mayor que otro en 1960, entonces la esperanza de vida del que empezó mejor crecería seis años menos (que la del que empezó peor) en las siguientes cuatro décadas. Pero en este caso, Uruguay también es la excepción: países con baja esperanza de vida al nacer tuvieron en general mayores incrementos que los que comenzaron con altas esperanzas de vida (es decir, les fue mejor que a Uruguay); pero nuestro país tuvo un desempeño pobre, también comparado con los países que tenían mayor longevidad.
Una explicación potencial para este pobre desempeño es la siguiente. En los países que tenían baja longevidad, los factores que más contribuyeron al incremento fueron las caídas en la mortalidad debida a enfermedades infecciosas, respiratorias y digestivas. Por otro lado, los países ricos redujeron más que los pobres la mortalidad debida a problemas del sistema nervioso, del corazón y circulatorios. Estos datos señalan que los países pobres (de baja esperanza de vida) se beneficiaron del flujo de tecnología barata que los países ricos ya tenían en 1960, y que los ricos se beneficiaron de las mejoras en la tecnología (caras) desarrollados desde entonces. Uruguay no se habría beneficiado del flujo de tecnología barata, pues ya la poseía, y no pudo adquirir la tecnología cara.
INGRESO Y LONGEVIDAD. ¿Cómo deberíamos "agregar" o "resumir" el desempeño económico y el aumento de bienestar debido a los aumentos en la esperanza de vida? Becker, Philipson y Soares desarrollaron una metodología para mostrar que la desigualdad se ha reducido notoriamente a nivel mundial si incorporamos al cálculo del ingreso el valor de la longevidad. En el trabajo, los autores le agregan al PIB per cápita, el ingreso que dejaría a una persona indiferente entre ese incremento en ingreso, y el incremento observado en la esperanza de vida al nacer. Por supuesto, para hacer eso precisaron saber cómo son las preferencias de la gente para saber cuál es ese ingreso que deja a un individuo promedio "indiferente"; la respuesta está en la "función de utilidad" de esa persona promedio, un concepto que usan los economistas para medir cómo afecta cada uno de los aspectos de nuestra vida a nuestro bienestar total. Para saber cómo la gente pondera los distintos aspectos, los estudiosos observan sus decisiones y asumen que la persona elige lo que es mejor para sí. Entonces, por ejemplo, si la probabilidad de muerte como policía es 1% mayor que la probabilidad de muerte como bombero y el sueldo es 5% mayor para los policías deduciremos que en promedio, un incremento en la probabilidad de muerte de 1% vale 5% del sueldo de un bombero.
Como las ponderaciones utilizadas vienen de las elecciones de las personas, esta forma de "sumar" ingreso más longevidad para obtener una medida del ingreso -que se llama "full income"- es mejor que, por ejemplo, la de las Naciones Unidas, donde se ponderan arbitrariamente diferentes indicadores de calidad de vida.
El trabajo de Becker y sus coautores no incluye datos individuales por países. Por lo tanto, hemos reproducido sus cálculos específicamente para Uruguay, así como también para otros países relevantes para la comparación. Los datos de ingreso provienen de la tabla 6.1 en las Penn World Tables, y los datos sobre esperanza de vida de los "World Development Indicators" del Banco Mundial.
La tabla muestra que Uruguay tiene un crecimiento del ingreso per cápita que es más bajo que el de cualquier región salvo África Sub-Sahariana. Como adelantamos también, el efecto de agregar el valor del incremento en la longevidad, no nos ayuda mucho: la tasa de crecimiento sólo sube 0,1%, mientras que para los demás países y regiones el incremento es siempre (débilmente) mayor.
Las causas para nuestro pobre desempeño son complejas y variadas. Su análisis queda para otra ocasión.

Fuente: EL PAÍS, de Montevideo.

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