Brasil, es hoy la sexta potencia económica del
mundo. Su producto bruto es históricamente el mayor de su historia. Ha
demostrado que puede controlar a las favelas de Río y está organizando un
Mundial de Fútbol y Juegos Olímpicos.
La cercanía con este gigante hizo que siempre viéramos
los dos países que conviven en uno. El
de la marginalidad y el de la riqueza; el de la elite intelectual y el de los
millones de analfabetos.
El mundo que antes no miraba al sur hoy se
asombra y usa palabras como “paradoja” y “desigualdad”.
Los jóvenes de hoy en Brasil tienen acceso a lo
último en tecnología, con su celular tienen acceso a la información, ya no es
monopolio Rede Globo.
Estos jóvenes, están empezando a manifestarse
en las calles. No toleran la corrupción de
la clase política, la suba de los impuestos para planes sociales que solo
buscan comprar votos. Piden servicios de primer mundo ya que pagan caro por los
mismos. El Gobierno Federal anunció aumento en los precios de los transportes y
éste es el disparador.
Una generación nueva de indignados que se comunican en las redes sociales salió a
las calles de Río de Janeiro y São Paulo.
El pasado 7 de este mes salieron mil
quinientas personas a la calle, luego las manifestaciones se extendieron por
todo el país. El PT parece haber perdido el control de las mayorías, Dilma Rouseff tenía el
75% de aprobación a su gestión.
Las razones de las manifestaciones no son tan
importantes, a mi parecer, como las manifestaciones en si mismas. Brasil ya no
tiene un pueblo sumiso que no sabe lo
que pasa en Brasilia, Río o São Paulo.
Sobre la corrupción: “Brasil será el escenario del Mundial del año que viene. Y no hay una
sola semana en que no aparezcan denuncias de sobreprecios en las obras de los
estadios, o del incumplimiento de plazos en construcción de estructuras como
aeropuertos y carreteras, para no mencionar la cuestión de las
telecomunicaciones”, indica en un artículo el periodista brasileño Eric
Nepomuceno. Esto no llamaba la atención en el Brasil de Collor de Mello
o Lula.
Cuando llora Brasil llora un niño de casi dos
siglos, lloran miles. Pero no olvidemos a los millones que no sabían que se
podía llorar…
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