Maldita canícula II. Principio de Incertidumbre - Anibal Gloodtdofsky



Mi amigo del boliche cumplirá setenta años el próximo 23 de abril. Vive solo. No hace mucho compartió conmigo un episodio atroz que le aconteciera en su casa de Carrasco. La historia fue, más o menos, la que sigue.Escuchó un golpe en el baño de la planta alta. Se paró frente a la puerta cerrada y permaneció alerta. Escuchó más ruidos; “alguien está entrando por la ventana”, los ruidos continuaban; “no es uno solo, son varios…”, silencio, algún murmullo…-¿Quién anda allí?- gritó. Silencio, murmullos y otra vez los mismos ruidos.”¡Quién!”, reiteró imperativamente al tiempo que con algún temblor agarraba la escopeta 16 y le apuntaba a la puerta. El ruido no cesaba, no eran dos ya eran tres. O más. “¡Voy a tirar! ¿Quién carajo anda allí?” Y la respuesta fue la misma. 

Una inquietud creciente del otro lado de la ominosa puerta blanca que se agigantaba ante sí y su enorme caño calibre 16 lleno de perdigones que no silenciaban los murmullos ni detenían el ir y venir de los invasores. El temblor creció… y antes que este fuera indominable gritó con todas sus fuerzas: “¡Quieeeén!” Y la explosión de la pólvora hizo que los cientos de perdigones volaran sobre la puerta blanca que estalló en astillas, plomo y humo.Solamente había olor a pólvora, fatiga y una gota helada de sudor que caía por su frente plateada. Después lo de siempre. El típico silencio que termina de reducirnos a eso tan parecido al llanto. Una grieta breve en el silencio.


Werner Heisenberg fue un físico alemán que recibió en 1932 el Premio Nobel por los avances que había logrado en lo que los científicos llaman “mecánica cuántica”. Tales logros se plasmaron en 1927 cuando publicara su famoso “Principio de Incertidumbre” con el que contribuyera a las teorías de la turbulencia en hidrodinámica, el núcleo atómico, el magnetismo, los rayos cósmicos y las partículas subatómicas. Asuntos tan lejanos a la copa inacabada que sudaba en las manos del relator, pero tan parecidas al conflicto que desatan las fuerzas disímiles que conforman la sociedad. Ya no la pradera, ya no la manada… la sociedad.Mi amigo estaba allí en el centro de sus temores y dudas. La plena incertidumbre.

En este tiempo, nuestros antecesores y nosotros mismos hemos trabajado para que todas las fuerzas que explicaba el cuántico alemán no nos arrojen a la incertidumbre. Bastaría levantar el teléfono y llamar a la policía. Al servicio conocido como… 911.El servicio 911 funciona en muchos países centralizando las emergencias de todo tipo que puedan afectar a los ciudadanos. Es muy eficaz en la atención de las denuncias de incendios y fundamental en el combate al crimen. Así debería ser. En Uruguay dicho servicio funciona a veces debido a que el software del equipo no es compatible con muchos de los de los restantes sistemas de emergencias. Fue adquirido en China a una empresa sin experiencia internacional, en virtud de haberlo instalado únicamente en las provincias más profundas del imperio de la Gran Muralla. Me han dicho que un jerarca –con gran olfato- logró una ventajosa compra directa por 12.000.000 de dólares, postergó cinco veces su estreno, ha suspendido cuatro veces su funcionamiento y ha estimulado la siempre fértil creatividad popular. Una anciana de Camino Oncativo en el barrio de La Cruz (esa que ya no está y el Obispo no repone por su costo) cada vez que oye a los pícaros corriendo por las azoteas llama por teléfono a todas las empresas de ambulancias y taxímetros, las que prestamente arriban al lugar con sus luces, bocinas y sirenas haciendo que aquellos pongan pies en polvorosa. Una curiosa Miss Marple de barrio que con astucia consigue lo que el 911 no conseguirá cuando arribe cuarenta minutos después.


El teléfono de la policía sonaba, sonaba y sonaba… El 911 respondería. Mi amigo fatigado por la circunstancia le relata atropelladamente lo sucedido. La burocrática y calma voz del otro lado pareció no captar la situación… ¿Y si los ladrones continuaban allí? ¿Quedó alguno herido…? ¿Volverán…? Le pide su nombre, dirección y otros datos filiatorios. Pide que le reitere lo acontecido. Sin dejar de mirar de reojo a la puerta destrozada el veterano de tantos partidos de rugby apura el relato otra vez.-¡Ajá! exclama la voz y pregunta.-¿Cuántos son?-No los vi. -¿Los identificaría? insiste.-Le dije que no los vi. -¿Recuerda cómo estaban vestidos? impasible vuelve a la carga el funcionario telefónico..Sintiendo que la turbulencia hidrodinámica, el núcleo atómico, el magnetismo, los rayos cósmicos y las partículas subatómicas lo conquistaban y sometían a la peor de las incertidumbres. Impotente, casi balbuceando, contestó;-De smoking y jaquet! Y colgó.A.G.F..


                                                                                                                                             A. G. F

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