El ejemplo uruguayo - por Mario Vargas Llosa


Los fallecidos en Uruguay por obra de la plaga son 23 personas; los contagiados, 826, y los recuperados, 689. Difícil imaginar un balance menos trágico.

¿Por qué no se ha publicitado más la manera tan eficiente como Uruguay ha luchado contra el coronavirus? Es verdad que se trata de un pequeño país, de apenas tres millones y medio de habitantes, aplastado por vecinos tan enormes como Brasil y Argentina. Pero a estos gigantes les hubiera ido bastante mejor si, en vez de hacer lo que han hecho para detener (o incentivar, se diría más bien, en el caso brasileño) la pandemia, hubieran seguido el ejemplo uruguayo.

Luis Lacalle Pou, el nuevo Presidente de Uruguay, acababa de tomar el poder después de derrotar al izquierdista Frente Amplio, que había acumulado 15 años de gobierno, con equivocaciones notables en política económica, pero respetando la libertad de expresión y las elecciones libres. El martes 13 de marzo se conocieron los primeros cuatro casos confirmados de coronavirus en el país. Enfrentando las presiones de la oposición de izquierda e incluso la de su propia alianza de blancos y colorados, Lacalle Pou se resistió a imponer una cuarentena, como han hecho tantos países en el mundo. Apeló a la responsabilidad de los ciudadanos y declaró que nadie que quisiera salir a la calle o seguir trabajando sería impedido de hacerlo, multado o detenido, y que no habría subida de impuestos, porque la empresa privada jugaría un papel central en la recuperación económica del país luego de la catástrofe. Sólo se suspenderían las clases en los colegios y habría cierre de fronteras, de momento.

La vicepresidente de Uruguay, Beatriz Argimón, declaró a la prensa: “Para nosotros, la libertad del individuo es muy importante, el Presidente nunca quiso tomar una medida que no tuviera en cuenta ese aspecto fundamental, que es nuestra filosofía de vida”. El resultado de esta política, que no quiso aprovecharse del virus, como algunos gobiernos democráticos en Europa y en América Latina, para restringir las libertades y promover su agenda política sin las incomodidades de una oposición parlamentaria, no puede haber sido más positiva. Tengo frente a mí los resultados del último informe emitido en Montevideo, señalando que los fallecidos en Uruguay por obra de la plaga son 23 personas; los contagiados, 826, y los recuperados, 689. Difícil imaginar un balance menos trágico. Es cierto que Suecia, que siguió una política semejante a la de Uruguay, ha tenido muchos contagios y muertos que lamentar, sobre todo en residencias de ancianos, y acaso la ciudadanía local actuará de manera menos prudente y responsable que los uruguayos. Suecia ha tenido superávit en su balance del año, de modo que los estragos económicos de la pandemia lo afectarán mucho menos que a países que, para combatirla, paralizaron su economía y deberán ahora enfrentar las consecuencias.

El gran problema que enfrenta Uruguay es su frontera con Brasil, una ciudad que ambos países comparten, y donde, con el caos brasileño que ha creado Bolsonaro, los contagios del coronavirus se multiplican. Lacalle Pou visitó dos veces la ciudad fronteriza de Rivera y, para saber si se ha contagiado del virus, ha guardado varios días de aislamiento voluntario.

Conozco a Luis Lacalle Pou, he coincidido con él en encuentros de liberales y demócratas, y no me extraña que haya sido esta excepción a la regla apenas asumiera el poder, luego de una campaña electoral formidable. Es un hombre joven, de principios, amante de la libertad y de las ideas del verdadero progreso, que, con su valiente actitud frente a esta plaga que se abate contra el mundo, puede ahorrar a Uruguay buena parte de la catástrofe económica que se cernirá sobre los países donde los gobiernos, aterrados con la pandemia y la impopularidad, se apresuraron a cerrar fábricas y tiendas e imponer un confinamiento severísimo, o a anunciar subidas de impuestos y nacionalizaciones, sin pensar que todo ello contribuiría a agravar la tragedia económica, una de las herencias de la plaga y, acaso, la más difícil de subsanar.



Fuente: El Pais (Madrid)

Comentarios

  1. No se de donde saca, Vargas, los errores económicos de FA, cuando es mencionado por las instituciones internacionles como ejemplo a seguir en economia y otros aspectos.

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