Dos Carlos y un Zorzal - por Adriana García


Buenas tardes para todos, felicitaciones a Gabriela Bazzano y todo el elenco por tan excelente obra, un esfuerzo y dedicación dignas de destacar.

Voy a comenzar mi breve exposición para no aburrirlos con una anécdota, también relacionada con Gardel, mi mama a la que ya no está físicamente pero si vive permanente en mi presente y mi corazón, cumpliría mañana 95 años, Nada es casualidad, hoy esta obra con la historia de Gardel como tema central, y ¿¿por que les hablo de mi madre ustedes se preguntaran?? Porque mi mama nació un 2 de noviembre de 1930. Mi abuelo gallego inmigrante que vino de la Coruña y mi abuela del pueblo Chantada de Lugo. Se conocieron y se casaron aquí en Uruguay, y cuando nace mi mama, mi abuelo tenia bar y almacén en la calle Paysandú, mi abuela que tenía 21 años  y mi abuelo 22.  Un día cuando mi madre era recién nacida,  vino Gardel a cantar al bar de mi abuelo, cuando finaliza de cantar, nos contaba mi abuela, que Gardel  tomó a mi mama en brazos y las mujeres se le abalanzaban para tocarlo y besarlo, y mi abuela estaba muy enojada por eso pq tenia a mi mamá en sus brazos, nos contaba que era una locura, el imán que poseía ese hombre era impresionante.

Vamos a nuestro tema luego de esta anécdota.


Voces del silencio: el abuso y los derechos de mujeres y niños a través del tiempo en 'Dos Carlos y un Zorzal'


La obra “Dos Carlos y un Zorzal”, escrita por la autora uruguaya M. Gabriela Bazzano, nos invita a mirar de frente las sombras de nuestra historia. A través del mito sobre el origen de Carlos Gardel, se revelan verdades mucho más profundas: la violencia, el abuso intrafamiliar, la desigualdad y el silencio impuesto a mujeres y niñas. Lo que parece una historia sobre arte y herencia cultural, es en realidad un espejo social, donde los personajes denuncian el poder patriarcal y la impunidad que durante generaciones marcó la vida de las mujeres, y también el abuso sufrido de mujeres a mujeres, hijas, hermanas, nietas.

1. El abuso intrafamiliar como herencia oculta


La trama muestra cómo dentro del ámbito familiar se cometen los peores abusos: una madre que entrega a sus hijas, una niña abusada por su padrastro, y una sociedad que calla. La figura de Juana Sghirla, madre de las jóvenes, simboliza ese poder distorsionado que perpetúa la violencia. El coronel Escayola, hombre de prestigio y autoridad, encarna el abuso de poder sobre mujeres indefensas. Y las hijas —Clara, Blanca y María Lelia— representan a las víctimas de un sistema que las convierte en objetos, negándoles su voz y su derecho a decidir.


2. Las mujeres del cuadro: memoria y resistencia


Berta y Minina Flor, las mujeres retratadas en el cuadro que cobra vida, simbolizan las voces del pasado que se niegan a desaparecer. Ellas vivieron la exclusión, fueron juzgadas por su condición social y por su relación con el poder masculino. Pero en la obra se transforman en portavoces de todas las mujeres silenciadas, que reclaman verdad y justicia. Desde el más allá, estas figuras recuerdan que ninguna época justifica el abuso ni el sometimiento, y que el silencio también es una forma de violencia.

3. De la injusticia en los derechos: un  breve recorrido histórico


Durante siglos, las mujeres y los niños carecieron de protección legal. En el siglo XIX y buena parte del XX, la ley consideraba al padre o al marido como jefe del hogar, dueño de las decisiones, de los bienes e incluso de las personas. Los abusos dentro de la familia se ocultaban bajo el pretexto de la “vida privada”.

Recién con los movimientos sociales y la evolución del pensamiento jurídico se comenzó a reconocer la violencia intrafamiliar como violación a los derechos humanos. En Uruguay, esto se refleja en tres grandes hitos:
- La Ley N° 17.514 (2002), que por primera vez tipifica la violencia doméstica.
- La Ley N° 19.580 (2017), que amplía la protección integral contra la violencia basada en género.
- Y la plena vigencia de la Convención sobre los Derechos del Niño (Ley N° 16.137, de 1990), que afirma que todo niño tiene derecho a crecer sin violencia, con identidad, amor y protección., y la Ley de corresponsabilidad en la tenencia Nro 20141 de 2023, donde los niños pasan a ser sujeto de derechos,  con el derecho a ser oídos, en forma independiente de sus padres, situándolos en un escenario de igualdad dentro de un proceso, con defensa independiente de la de sus progenitores que velara por sus intereses.


Hoy el principio rector es el interés superior del niño y la igualdad de género, una mirada que intenta reparar siglos de desigualdad.

4. El teatro como espacio de verdad


El valor de “Dos Carlos y un Zorzal” no está solo en su belleza escénica, sino en su función social y simbólica. El teatro, aquí, actúa como tribunal moral y memoria colectiva. Da palabra a quienes nunca pudieron hablar,  y sufriiern en silencio los mayores abusos por parte nada más ni nada menos que su madre en este caso, y obliga al público a confrontar lo que la historia calló. Cada escena revive el dolor de una niña abusada, una madre manipuladora, una sociedad indiferente; pero también la posibilidad de sanar a través de la verdad y el arte.

5. Cierre


Esta obra es un acto de justicia poética. Nos recuerda que detrás de los mitos nacionales y los grandes nombres, hay vidas marcadas por el abuso, la impunidad y el olvido. Hablar de ellas no es revivir el pasado, sino reconocer que los derechos conquistados por mujeres y niños son fruto de siglos de silencio y lucha, y tampoco a estigmatizar que el abuso solo procede del género masculino, a veces el abuso más cruel proviene también de las mujeres en este caso la propia madre.

El teatro no cambia el pasado, pero nos cambia a nosotros. Nos enseña a no callar, a mirar, a escuchar activamente. Porque la memoria de quienes fueron vulnerados solo descansa cuando alguien se atreve a contar su historia.”






Adriana García es Doctora en Derecho y Ciencias Sociales, abogada forense,
especialista en Familia

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