Cada vez somos menos libres. La crisis de seguridad pública es una crisis de libertad
Desde la vuelta a la Democracia, Uruguay atraviesa la peor crisis de seguridad pública de su historia. Y esto es sinónimo de pérdida de libertad. Aunque nos duela.
Cada vez somos menos libres de salir a la calle, cada vez somos menos libres de trabajar tranquilos, cada vez somos menos libres de que nuestros hijos caminen o jueguen solos en la calle sin que los roben o amenacen. No podemos y no pueden.
La degradación social y lumpenización no encuentran freno. La crisis de seguridad pública es una crisis de libertad. Y Uruguay padece hoy las dos cosas.
Me crié y viví en Malvín toda mi vida. En la década de los 90, ver una casa con rejas era la excepción, hoy no hay una sola casa que no sólo tenga rejas, sino también cerca eléctrica y alarma, perros, faltando sólo un policía en la puerta del hogar.
Y saben lo que es peor, que tampoco alcanza.
No hay una sola casa que no haya sido robada.
Hemos normalizado poner rejas, poner alarmas, contratar seguridad privada, tomar precauciones cuando bajamos del auto para entrar a la casa mientras abrimos el porton, tomar precauciones cuando nos bajamos en la parada del omnibus y caminamos a nuestros hogares, o cuando vamos al supermercado mirando para todos lados, o tener miedo cuando al caminar por la calle cuando sentimos el ruido de las motos que circulan sin ningún control; o incluso cuando salimos a tirar la basura.
Estamos tan mal que hemos normalizado este tipo de conductas, y las hemos asimilado como si fueran algo normal o cotidiano.
Nos críamos jugando al fútbol todo el día, vivíamos en la calle en nuestra infancia.
Hoy no hay niños sólos jugando en la calle.
No importa el barrio, Montevideo es tierra de nadie.
Ni que hablar de los barrios más populares donde los trabajadores tiene que caminar con miedo varias cuadras para tomar un ómnibus, con miedo a los que roben, amenacen, entre otros.
La clase trabajadora es la más vulnerable y la más golpeada en estas crisis, porque no puede costear seguridad privada, si es que sirve para algo. Los más vulnerables son los que más sufren las consencuencias de este descontrol.
Hoy, nuestros hijos no tienen libertad para andar solos por las calles, son mucho menos libres que nosotros a los 10, 11 o 12 años.
Esto es terrible, y la tendencia tiende a ser cada vez peor.
Hace muchos años, si entraban a robar a los hogares era de noche y por lo general cuando la familia estaba de vacaciones. Hoy, no importa la hora, el día, ni nada, la impunidad es total.
A tal punto la impunidad es total, que los delicuentes se sienten libres de entrar a robar farmacias en las grandes superficies a cualquier hora, en motos, y con empleados y clientes presentes, en cualquier horario, en los famosos “robos piraña ”.
Montevideo es un pañuelo en extensión, no tiene montañas, selvas, ni nada. Es inadmisible que no se pueda controlar esto.
Con nuestros impuestos financiamos la seguridad pública, y además, con nuestros sueldos pagamos la seguridad privada que nada puede hacer, y que no alcanza, más los daños y costos de los robos o asaltos, más los seguros de robo de hogar, de autos, de documentos, de carteras, de bolsos, de bicicletas, de celulares, en una industria del seguro, de todo y por todo, que nunca tuvo tanto auge.
El poder político no responde y no está a la altura.
Hay que tener la voluntad política y la determinación para aplicar la Constitución que sí sabe que hay que hacer, para declarar la emergencia en seguridad pública, para aplicar toda la fuerza de la ley y adoptar todas medidas de excepción que sean necesarias para dar una clara señal a los delincuentes que son totalmente impunes, un gran golpe de timón.
Estamos cansados de las “comisiones permanentes”, de los eternos “diálogos sociales e interpartidarios”, de los grupos de “expertos”, de los cientos de diagnósticos, y de las estrategias de seguridad “integrales” que han fracasado con total éxito y actuar con fuerza y sin miedo.
Hace unos meses, fracasó el plebiscito por los allanamientos nocturnos, y hoy la Policía tiene que esperar que los delincuentes desayunen y que salga el sol, para cumplir su función, lo cual es tan increíble como real.
La semana pasada empezó con la tragedia de la bengala del clásico (“operativo exitoso”) y terminó con el trágico fallecimiento de un nuevo funcionario policial, y con varios atentados a la autoridad policial.
¿Vamos a seguir mirando para el costado? ¿Hasta cuando? ¿Vamos a seguir con discursos románticos?
El Estado fallido está a la vuelta de la esquina. Y cada vez más cerca.
Cada vez somos menos libres.
Dr. Pablo Schiavi
Fuente: La Mañana
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