La crisis de Brasil nos impacta con fuerza; su producto bruto interno ha caído un 3.8% en el 2015 con una proyección similar para este año.
Esta situación es más que preocupante, porque a pesar de los ciclos económicos estos dos años de recesión se registran en Brasil por primera vez desde la crisis de los años 1929 y 30. Y si algo faltaba, se agrega una crisis política que parece arrasar con gobierno, empresarios, dirigentes del PT y algunos de los demás partidos y hasta con el propio expresidente Lula que ha manoteado el salvavidas de plomo que la presidenta Rousseff le lanzó como último recurso para evitar su prisión.
Todo esto sucede a 25 años de la firma del Tratado de Asunción que dio origen al Mercado Común del Sur o, simplemente Mercosur, y que sobrevive entre burocracias y declaraciones políticas vacías sin que nadie se atreva a decir la verdad. En realidad son más unas Bodas de “Lata” que de Plata.
Basta mencionar que la apertura del comercio, la integración de las cadenas productivas y una mínima coordinación de las políticas cambiarias hubieran permitido aumentar el comercio entre los socios y proyectar al Mercosur como una plataforma de inserción hacia otros mercados externos que siguen relacionándose por decenas de nuevos acuerdos comerciales.
Todo lo contrario ocurrió.
Por un lado, la unión aduanera nunca existió porque el Arancel Externo Común no solo es insuficiente sino que además ha sufrido tantas perforaciones que se ha transformado en un instrumento ineficaz.
Por otro lado, las devaluaciones decretadas en cada país miembro, más los reiterados reflujos proteccionistas, produjeron un desvío de comercio que llevó a que Uruguay exporte actualmente hacia Argentina solo el 4%, y que esta redujera sus exportaciones a Brasil en un 50% como resultado de esos y otros temas, entre ellos, la crisis brasileña.
A pesar de eso, debe decirse claramente, que más allá de los incumplimientos, la crisis del Mercosur se produjo por una ideologización interna que se desentendió del tema comercial y decidió internarse en posiciones de clara interferencia en los asuntos internos de otros países como sucedió con Paraguay.
Tan así es, que una vez decretada su arbitraria e ilegal suspensión como miembro del Mercosur se ingresó a Venezuela por la ventana del fondo, justificando la decisión con aquella nefasta afirmación del presidente Mujica de que lo político prevalece y está por encima de lo jurídico.
Como digno desmentido a esta expresión las elecciones en Argentina y Venezuela han dado paso a la voluntad popular y los rumbos se empiezan a rectificar a pesar de las resistencias de la maquinaria política diseñada en ambos países para concentrar poder y ahogar la voz de los que quieren ser respetados en sus derechos.
En este contexto preocupa, aún más, la dualidad de criterio del gobierno uruguayo, rehén de dos posiciones inconciliables en su política exterior. Mientras el canciller (léase la voz del presidente), Rodolfo Nin Novoa opina sobre nuevos acuerdos con terceros países, la otra parte de su partido, discrepa bajo cuerda (si no se tiene unidad, por lo menos se simula), argumentando que piensa diferente y que no se siente representada por él.
Las señales son tan contradictorias que han afectado seriamente la imagen del país. Así como se entró y se salió del TISA el mismo Frente Amplio habla de “golpes de Estado judiciales” en otros países violando tratados internacionales que nos obligan a respetar el principio de autodeterminación cuya piedra angular es una Justicia independiente, base del sistema republicano.
Uruguay siempre gozó de prestigio y respeto en la comunidad internacional. Y sin perjuicio de que esto es reconocido, si el gobierno continua usando un zapato en un pie y una zapatilla en el otro, no solo se expondrá al ridículo en el mundo, sino que será responsable de dos orientaciones en nuestra política exterior que nos hará pagar un alto precio al comprometer nuestra reconocida presencia internacional en defensa de principios que hacen a los propios orígenes de nuestra nacionalidad.
Tenemos tantos temas pendientes, ya sea en la vecindad como fuera de ella, que si dejamos que la dualidad prevalezca no podremos rescatar para Uruguay la seguridad jurídica, el principal valor que puede proteger el interés nacional.
Y advertimos, que estamos cada día más lejos de ella.
Fuente: El País (Uruguay)
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