En 1913 la Villa del Cerro fue anexada a la ciudad de Montevideo; dejaba de ser la población cosmopolita que albergaba a inmigrantes europeos para convertirse en un barrio de la capital uruguaya. Un año antes nacían el Swift y el Armour que luego funcionarían como un solo frigorífico con el nombre del primero.
Pedro Santana contaba que durante la Primera Guerra Mundial los barcos europeos llegaban con grandes cantidades de dinero en efectivo y pagaban por adelantado la carne que se iban a llevar. La economía por entonces no estaba tan regulada y “la palabra valía más que un papel”.
El período de entreguerras y la posguerra de la Segunda Guerra Mundial fueron momentos en los que la oferta de nuestros productos era mucho menor que la demanda; los precios eran altos y se podía colocar toda la producción nacional en los países que estaban peleando. Nuestros países recibían grandes cantidades de divisas y se empezaron a aplicar políticas de “sustitución de importaciones”, es decir, se vendían alimentos y se colocaban aranceles altos para los productos industrializados del exterior. La idea era que a nivel local se creara una industria subsidiada por las grandes ganancias de la venta de alimentos y que ésta compitiera (desigualmente) con empresas del exterior. El resultado fue el desarrollo de empresas industriales que, al no competir, se volvieron poco productivas, atrasadas tecnológicamente y muchas de ellas, monopólicas.
La aplicación de esta política, ofrecida por la CEPAL a los gobiernos latinoamericanos, provocó una caída en el desarrollo económico de la región. En Uruguay por ejemplo, llevó al triunfo del primer colegiado blanco, en 1958. Para ese año, las empresas industriales ya no contaban con los subsidios de la posguerra. Había inflación, crecía el desempleo y aparecían las primeras huelgas en las empresas del estado. La gente veía como el “estado de bienestar” batllista se derrumbaba.
Luego de la segunda gran guerra, Europa y EEUU se vuelcan a las teorías de un economista brillante, John Maynard Keynes. Su principal aporte fue una apuesta por la intervención pública directa en materia de gasto público. Según Keynes, esto permitiría cubrir el déficit de la demanda agregada y evitar así desequilibrios. Se concebía al Estado como actor importante en la economía, regulando actividades propias del mercado. Al mismo tiempo EEUU y los países industrializados de Europa fomentaron el comercio abierto; la primera potencia mundial tenía un excedente muy grande de producción industrial y necesitaba mercados grandes donde poder vender.
Aparece el otro gran economista del siglo XX, Milton Friedman, quien planteó que la intervención del Estado y los monopolios solo traerían crisis a mediano y largo plazo. Propuso entonces una economía libre en la que el estado no debería de competir sino legislar, para evitar los monopolios.
El 8 de enero de 1982 la empresa de comunicaciones más grande de EEUU, AT&T, deja de ser un monopolio y se divide en siete empresas. Luego la competencia traería el desarrollo de varios proyectos que estaban guardados en cajones de la gran empresa. Entre ellos Internet para los hogares, la telefonía celular y la televisión por cable coaxil. Para ese entonces Friedman ya era asesor del Presidente Ronald Reagan.
En agosto del 2001 la economía mundial comienza a gestar la más larga y dura crisis de su historia. En octubre, George W. Bush propone alimentar el “sueño americano”, adjudicando dinero público a empresas privadas para que éstas les prestaran dinero a los ciudadanos para “conseguir la casa propia”. Y les pidió además a éstos, por cadena nacional, que fueran “buenos americanos” y salieran a comprar.
La idea era que al aumentar el consumo aumentaría también la riqueza. Lo cierto es que la gente contrajo deudas por encima de su capacidad de pago. Se compraban casas mediante hipotecas impagables y se creó así la famosa “burbuja inmobiliaria”. En 2002 la misma amenazó con romperse. El sector de la economía donde el estado tenía mayor control, el sector financiero, empezaba a dar señales de crisis.
Frente a estos síntomas, se volvió a aplicar la misma ecuación, olvidándose de Friedman, los gobiernos volvieron a aportar dinero público a bancos privados. Nuevamente, el estado no solo intervenía como regulador sino que fomentaba el consumo sin producción real de riqueza.
En un mundo libre, Pedro Santana, quinto proveedor del puerto de Montevideo, cobraba miles de libras en efectivo por los productos que vendía a los barcos extranjeros. Hoy una persona no puede cambiar más de tres mil dólares sin ser esto informado el banco central de su país. Tenemos acuerdos entre países para intercambiar información acerca de quiénes están invirtiendo fuera de su país. Ayer Barack Obama anunció el tercer plan para “incentivar” la economía. La burbuja tomará un tamaño nunca antes alcanzado.
Recordemos lo que sucedía en Islandia en el año 2008 cuando el gobierno se preguntaba qué era peor, ¿dejar fundir tres bancos o fundir a trescientos mil ciudadanos? La respuesta estuvo cargada de justicia.
¿Por qué será la economía cíclica? ¿Qué sucedería si no se aplicaran las mismas “soluciones” periódicamente?
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