Hace rato venimos hablando de una degradación de las democracias latinoamericanas, partidos que llegan al gobierno por el voto popular y luego modifican las instituciones republicanas de manera de poder perpetuarse en el poder. Reelecciones infinitas, presiones sobre el Poder Judicial, ley de medios y poderes especiales para los presidentes son algunos de los ejemplos.
La proliferación de caudillos por encima de las instituciones, el uso de discursos vacíos y chabacanos. Gastos en asistencialismo sin contrapartidas, al tiempo que se ostenta el pobrismo. La exaltación de la violencia y el resentimiento. El desprecio por la excelencia y la academia. Todo esto es moneda corriente en la América Latina de hoy.
Presenciamos casos de corrupción que en otros tiempos serían escandalosos. En 1973 Richard Nixon puso micrófonos en la sede del Partido Demócrata y debió de renunciar a su cargo de Presidente de los Estados Unidos. Hoy hay Presidentes y vicepresidentes latinoamericanos protagonistas de pérdidas de cientos de millones de dólares en empresas estatales y siguen campantes. Gobernantes con cuentas millonarias en el exterior que ya no se molestan en justificar su exponencial aumento patrimonial.
Venezuela se parece cada día más a Cuba. Colas para conseguir los alimentos básicos, presos políticos y muertos a manos del gobierno son imágenes que se repiten todos los días. Con la mayoría de los medios de comunicación a manos del gobierno, son las redes sociales las que muestran parte de las brutales represiones a estudiantes.
Argentina tiene una antigua tradición caudillista, recordemos que Juan Domingo Perón llegó a tener una provincia con su nombre en su primera presidencia. Una vez recuperada la Democracia (1983) en ese país hubo solo dos gobiernos no peronistas, ninguno de los dos pudo terminar su mandato.
Esta degradación latinoamericana, que amenaza con contagiar a los países del sur de Europa, tiene su peor daño en la cultura cívica ciudadana. En América Latina hoy se aplauden relatos de “pajaritos”, “boniatos” y de hombres “con desviaciones” por comer pollos “cargados de hormonas femeninas”.
¿Ahora, que pasa con la oposición política en estos países?
¿De qué sirve juntar datos ciertos con especulaciones y con eso hacer una denuncia mediática que termina en la nada?, ¿no se cansará la gente de ser convocada sin sentido?. ¿Las cacerolas que corrieron las dictaduras militares en los 80 tienen la misma eficacia hoy?
¿Hay en Argentina candidatos de la oposición creíbles?, ¿hay programas serios de gobierno o propuestas fundamentadas en los candidatos de la oposición venezolana?, ¿qué le ofrecen a la gente a cambio de lo que tienen hoy?
Parecería que los pueblos no solo tienen el gobierno que se merecen, también tienen la oposición a este que se merecen. La lumpenización de la sociedad es responsabilidad de todos los partidos políticos, no solo de los que están en el gobierno. Quizás la salida esté en exigirle más a los que hoy no se encuentran en el poder.
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